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Un edificio marcado por el fuego y la muerte muestra la decadencia de la “ciudad de oro” sudafricana

JOHANNESBURGO (AP) — Una de las pocas cosas que sobrevivieron al fuego y al humo que causaron al menos 76 horribles muertes en un destartalado bloque de apartamentos de Johannesburgo es una placa circular que cuelga del exterior de ladrillo marrón. Tiene una inscripción de cinco frases que resume la historia del edificio.

El número 80 de Albert Street – escenario de una de las peores tragedias urbanas de Sudáfrica – fue una oficina central de pases durante la época de segregación racial del apartheid, un punto de control para hacer cumplir una ley despreciada que controlaba los movimientos de los negros en casi todo el país.

Sin un pase del gobierno del apartheid para trabajar allí, a la gente se le “negaba un lugar” en Johannesburgo, reza la inscripción.

Lo que no dice es que en el edificio seguía habiendo personas excluidas hasta el jueves pasado, casi 30 años después del fin del apartheid, cuando un incendio lo arrasó y mató a decenas de sudafricanos y emigrantes extranjeros pobres que se aferraban a los márgenes de la sociedad en una ciudad que presume de ser la más rica de África.

Las aproximadamente 200 familias que vivían allí buscaban desesperadamente algún tipo de alojamiento y encontraron un bloque de cinco plantas que las autoridades habían dejado abandonado. Las”

El presidente sudafricano Cyril Ramaphosa visitó el lugar del incendio, se puso entre los pobres del centro de Johannesburgo y trató de tranquilizarlos.

“Somos un Gobierno solidario”, dijo Ramaphosa. “Puede que se quede corto, pero la determinación de cuidar de los sudafricanos es una prioridad”

Las promesas se están agotando por parte del Gobierno del partido gobernante, el Congreso Nacional Africano, que sacó a Sudáfrica del apartheid y lleva en el poder desde las primeras elecciones democráticas de 1994.

Johannesburgo es uno de los focos de los fracasos percibidos. La infraestructura de la ciudad tiene graves problemas en casi todas partes, desde tuberías de agua reventadas, carreteras agrietadas, un suministro eléctrico que funciona mal y basura amontonada en las esquinas.

Fundada sobre un enorme filón de oro hace poco más de 100 años, Johannesburgo siempre fue un destino para los sudafricanos negros, en principio hombres que dejaban a sus mujeres e hijos para subir a trenes de vapor que los llevaban a la ciudad a trabajar en las minas de oro, un viaje sobre el que cantó el gran jazzista Hugh Masekela en “Stimela.” Es una de las canciones más vívidas de Sudáfrica.

La ciudad experimentó una rápida y reciente urbanización tras el desmantelamiento del apartheid y sus leyes de salvoconducto, pasando de una población de 1,8 millones en 1990 a unos 6 millones en la actualidad. La gente sigue viniendo aCities Network, que analiza el desarrollo urbano. “(Pero) cada vez viene más gente a la ciudad. Eso no cambia.”

Las señales de alarma para Johannesburgo empezaron a finales de los 90, cuando las grandes empresas abandonaron el centro para trasladarse al nuevo distrito financiero de Sandton, a unos 16 km al norte. Johannesburgo sigue teniendo más millonarios que ninguna otra ciudad del continente, según el informe de este año World’s Wealthiest Cities Report. Pero el abismo entre los rascacielos plateados de Sandton y el corazón antiguo de Johannesburgo subraya por qué Sudáfrica es uno de los países más desiguales del mundo.

Al principio, la degradación del centro de Johannesburgo fue lenta, según Volker von Widdern, analista de riesgos para empresas, hasta que alcanzó un punto de inflexión.

“Una ficha de dominó cae, tal vez. No sabemos cuál puede ser el efecto total de la caída de 20 fichas de dominó”, declaró von Widdern al sitio web de noticias financieras Moneyweb. “Tiene un impacto acumulativo y, por desgracia, catastrófico”.

Los votantes de Johannesburgo se han alejado recientemente del partido gobernante, el ANC, pero eso no ha contribuido a mejorar las perspectivas de la ciudad y sólo ha dado lugar a una serie de coaliciones políticas que han fracasado. La ciudad ha tenido seis alcaldes en menos de dos años.

El fracaso de las infraestructuras básicas a

La mujer, dijo Rivers, se negó a ir a un hospital porque tenía miedo de perder su lugar de residencia en el edificio y no tenía fe en que hubiera otro hogar para ella y su hijo.

“Este bebé nació en la oscuridad,” dijo Rivers.

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Imray informó desde Ciudad del Cabo, Sudáfrica.