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Por qué la ética de la cría de pulpos es tan preocupante

El pulpo es un ingrediente popular en muchas cocinas, con unas 420.000 toneladas de este molusco capturadas en todo el mundo cada año. La creciente popularidad mundial del pulpo se ha atribuido a los gustos cada vez más aventureros de los consumidores más jóvenes, sus beneficios nutricionales y la disminución de las poblaciones de peces tradicionales como el bacalao. Esto ayuda a explicar por qué la corporación de procesamiento de alimentos, Nueva Pescanova, tiene como objetivo construir la primera granja de pulpo de interior del mundo en Gran Canaria: una instalación de mil tanques para producir 3.000 toneladas de pulpo al año.

Los pulpos pueden acumular un asombroso 5% de su peso corporal en un día, lo que los convierte en una perspectiva atractiva para la acuicultura, aunque son notoriamente difíciles de reproducir en cautiverio. Nueva Pescanova asegura haber realizado, no obstante, un importante avance científico que les permitirá criar sucesivas generaciones de Pulpo vulgar, también conocido como el pulpo común del Atlántico. La firma argumenta que la cría de pulpos reducirá los métodos de pesca, como la pesca de arrastre en el fondo del mar, por ejemplo, y garantizará un suministro de “alimentos de origen marino” al tiempo que “aliviará la presión sobre los caladeros salvajes”.

Pero no es sencillo para los consumidores sopesar los costos y beneficios de comer pescado y animales marinos de piscifactoría. Es tentador creer que los sistemas organizados reducen el riesgo de sobrepesca, pero también está bien establecido que las piscifactorías y otras formas de acuicultura contaminan las aguas costeras con productos farmacéuticos y heces. A esto se suma el grave problema moral de confinar a las criaturas sensibles a los sistemas alimentarios industriales.

Los investigadores han sugerido que, como criaturas particularmente inteligentes y juguetonas, los pulpos no son aptos para una vida en cautiverio y producción en masa. Los activistas por los derechos de los animales argumentan que la cría de pulpos, en base a esta evidencia, inducirá un sufrimiento innecesario en una escala sin precedentes.

Seres conscientes atrapados en granjas industriales

Científicos del Dartmouth College en los Estados Unidos han estudiado cómo los pulpos experimentan la realidad en un laboratorio especializado. Su investigación plantea preocupaciones sobre los métodos de sacrificio propuestos por Nueva Pescanova: colocar pulpos en una suspensión de hielo para reducir su temperatura hasta el punto de morir. Cuestionan la idoneidad de esto para una especie que tiene una capacidad sofisticada para procesar información, un uso de herramientas rudimentario, vías visuales complejas y, no menos importante, la capacidad de sentir dolor.

Si bien los mamíferos terrestres generalmente se matan con cámaras de gas o aturdimiento eléctrico, ha habido críticas similares en relación con las especies sensibles y de cerebro grande, incluidas las vacas y los cerdos. Esta es un área polémica que se debatió en el parlamento del Reino Unido, lo que resultó en el reconocimiento formal de la sensibilidad de muchas especies, incluidos cangrejos, langostas y pulpos, dentro de la Ley de bienestar animal (sensibilidad) de 2022.

Algunos hallazgos de investigación sugieren que los pulpos tienen una inteligencia equivalente a la de los gatos, una especie que pocos eligen consumir y la mayoría trata como compañeros adorables. ¿Por qué, entonces, comemos pulpo pero no gatos? Una posibilidad es nuestra dificultad para relacionarnos con los pulpos: sus personalidades son difíciles de leer y sus cuerpos acuáticos se asemejan a monstruos marinos en miniatura con múltiples extremidades tentaculares y ojos saltones. Como ocurre con tantos animales marinos, el carisma del pulpo radica en su extraterrestre, con siglos de mitos y leyendas sobre estos misteriosos otros en las canciones e historias de los pescadores.

En general, no percibimos a los moluscos como lindos y es difícil considerarlos sociables o amigables, a pesar de la abrumadora evidencia científica de la riqueza de sus repertorios de comportamiento. ¿Esto hace que el pulpo, y otras criaturas acuáticas, como los calamares y los crustáceos, sean más fáciles de comer? Creo que sí. Es algo que los investigadores han llamado especismo: el pensamiento que, de manera un tanto arbitraria, justifica cómo algunos animales son percibidos como mascotas o valiosos compañeros de trabajo y otros simplemente como comida en espera. Nuestro problema para relacionarnos con estos otros misteriosos bien puede ser la justificación ética requerida para que comerlos sea aceptable: algo que he investigado en el contexto de los mamíferos de granja.

Al igual que con otros debates sobre alimentación y agricultura, no existen soluciones ni compromisos simples. Las tensiones entre las demandas de los consumidores y la capacidad del mercado para satisfacerlas continúan. Con tantas fuentes de proteína, no está seguro que alguien necesite comer pulpo. Sin embargo, la comida también está ligada a los valores culturales, la sociabilidad y las ideas de buen gusto. Al menos la ciencia puede informarnos mejor sobre las implicaciones de qué y cómo comemos.

La producción de alimentos es uno de los grandes desafíos morales que enfrenta la humanidad en el siglo XXI. Si bien empresas como Nueva Pescanova prometen soluciones a problemas como la sobrepesca, siempre habrá un precio que pagarán los innumerables seres conscientes atrapados en los complicados sistemas alimentarios industriales.

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Lindsay Hamilton, Profesora de Estudios de Organización Animal, universidad de york

Este artículo se vuelve a publicar de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.