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Las democracias no se recuperan después de la dictadura.  “Argentina, 1985” muestra cómo se ve la justicia después

Cuando el director y la estrella de “Argentina, 1985” subieron al escenario para aceptar un Globo de Oro 2023, el título de la película puede no haber significado mucho para muchos estadounidenses en la audiencia. Pero para los argentinos, 1985 es fundamental: el año en que los líderes de su dictadura más reciente fueron juzgados.

La película de Santiago Mitre detalla el complejo proceso judicial contra miembros de la junta militar, que ayudó a asegurar el futuro democrático de Argentina después de años de represión que mató a decenas de miles de personas. La historia ilustra cómo la justicia es construida por fuerzas de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, a medida que el trabajo de la gente común por los derechos humanos los convierte en héroes.

Mi trabajo se centra en la literatura y el cine latinoamericano, particularmente en cómo representan cuestiones éticas sobre la violencia y los derechos humanos. Parte de lo que me intriga de un thriller legal como “Argentina, 1985” es cómo trae ideas elevadas a la tierra: muestra los exigentes procesos legales que se necesitan para convertir la justicia de un concepto abstracto en realidad, y no rehuye la turbia moraleja. preguntas.

La interpretación de Mitre puede hacer que “Argentina, 1985”, que ahora está nominada al Oscar a la Mejor Película Internacional, sea un fuerte contendiente en los Premios de la Academia en marzo.

30.000 “desaparecidos”

En la película, coescrita por Mitre y Mariano Llinás, un equipo de abogados aborda los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional de Argentina: una junta militar que duró de 1976 a 1983.

Estos abusos no solo incluyeron a las aproximadamente 30.000 personas que fueron “desaparecidas”, conocidas como “los desaparecidos”, por las fuerzas gubernamentales y los grupos paramilitares durante el período. Hubo una campaña masiva de represión dirigida contra miembros de la oposición reales o imaginarios y “subversivos”, incluidos estudiantes, trabajadores y líderes sindicales, activistas de derechos humanos, académicos, médicos, sacerdotes y políticos. Además, hubo graves violaciones a los derechos humanos, como el tráfico de niños nacidos de presos políticos, campos de concentración clandestinos y tortura generalizada.

La junta fue una de varias dictaduras latinoamericanas de la época, que cooperó en un sistema conocido como Operación Cóndor, una campaña extrajudicial de represión violenta contra los disidentes políticos. Pero la presión popular para poner fin a la dictadura militar de Argentina aumentó en medio de la derrota del país en la Guerra de las Malvinas de 1982 contra los británicos. La resistencia también aumentó debido a la corrupción y las políticas económicas que aumentaron la pobreza.

El líder de un partido de oposición, Raúl Alfonsín, triunfó en las elecciones presidenciales de 1983, devolviendo al país a la democracia. Había prometido poner fin a la impunidad por los crímenes de la dictadura como parte de la redemocratización gradual de Argentina.

Defendiendo la democracia de cerca

Las historias de la dictadura se han retratado en la pantalla muchas veces, la más famosa, quizás, en “The Official Story”, que ganó el Oscar a la película extranjera en 1986. Las versiones más recientes incluyen “Rojo”, un retrato de las tensiones que condujeron a la junta, y el thriller “Azor”, también coescrito por Llinás.

Para completar el cuadro, Argentina necesitaba una película que mostrara la respuesta judicial a esos crímenes: una historia que representara no solo el abuso de los derechos humanos, sino su defensa y restauración, así como la lucha contra la impunidad. “Argentina, 1985” juega ese papel, y quizás por eso ha atraído a más de 1 millón de espectadores en las salas de cine argentinas.

La historia principal de la película es la del fiscal de la vida real Julio Strassera, y detrás de él un equipo de voluntarios con una misión: demostrar la responsabilidad del gobierno por los oscuros crímenes de la dictadura argentina. Strassera es retratada como alguien colocado en el ojo del huracán por el destino y la burocracia. Le corresponde montar una acusación fehaciente por abusos que hasta entonces no habían sido probados en los tribunales.

Confirmar los hechos a través de testigos apropiados es más importante que una mera victoria ideológica. Los fiscales -y los espectadores con ellos- están inmersos en el horror de reconstruir los crímenes, mostrando cómo la defensa de los derechos humanos no es solo un ideal abstracto, sino un procedimiento intrincado y laborioso.

Como parte de su estilo narrativo, que sigue de cerca las reglas del género del thriller legal, la fotografía de la película refleja el oscuro drama de la peligrosa transición de Argentina, mientras el futuro democrático del país pendía de un hilo. Uno de los puntos clave del guión es resaltar que este juicio fue una excepción notable en ese momento, en comparación con casos similares en todo el mundo donde a los líderes militares se les permitió vivir sus días en la comodidad de sus hogares o en el exilio.

Ver “1985” en 2023

Otro logro de la película es evitar apoyar la teoría de los dos demonios, que aún hoy tiene seguidores: la creencia de que la violencia de la extrema izquierda era tan malvada y violenta como la de la extrema derecha.

Como en otras dictaduras latinoamericanas, la violencia de los grupos radicales de izquierda fue a menudo una excusa para el autoritarismo del régimen argentino. Sin embargo, los ataques de menor escala de estos grupos no pueden equipararse con el terrorismo de estado de una junta. Los artistas han criticado duramente esta falsa equivalencia durante décadas, como he escrito en mis publicaciones y presentaciones sobre otras películas y novelas.

“Argentina, 1985” se resiste a culpar a toda la sociedad argentina, desviando la atención de las instituciones clave y los perpetradores. Sin embargo, omite parcialmente las historias de otros grupos que ayudaron a hacer justicia a la junta, como las Madres de Plaza de Mayo, cuyos seres queridos desaparecieron durante la dictadura.

Sin embargo, la trama muestra una serie de áreas grises éticas en la vida de los protagonistas, evitando la simple visión en blanco y negro de la moralidad que puede colarse en la narración histórica. Ejemplos de ello son el pasado profesional de Strassera como fiscal federal durante la dictadura, cuando no enfrentó los abusos militares en varios casos, y la vigilancia que impone a su hija. Estas decisiones de narración ilustran cómo la ideología detrás del gobierno autoritario puede impregnar la vida privada, aunque las personas pueden transformar más tarde sus puntos de vista.

Es probable que la película resuene en Argentina y otros lugares donde la gente hoy se olvida de las trampas del autoritarismo y la dictadura, mientras da por sentada la democracia. Allá por 1984, la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas ayudó a acuñar una expresión ahora famosa en Argentina: ¡Nunca Más! – ¡Nunca más! “Argentina 1985” pone en primer plano la necesidad de que esa consigna de derechos humanos se sostenga en la memoria y la acción.

Carlos Gardeazabal Bravo, Profesor Asistente de Español, Universidad de Dayton

Este artículo se vuelve a publicar de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.